Hace algunos años visité la casa de Pablo Neruda en la zona central de Chile. Desde entonces, siempre que pienso en la casa recuerdo aquel lugar, tan personal que no podría haber sido de nadie más que de Pablo Neruda. Casa y habitante pueden llegar a ser indisociables. Recientemente he visitado el castillo en el que vivió Michel de Montaigne, cerca de Burdeos. Más allá de ciertas coincidencias que comentaré, sentí una impresión parecida a la que me produjo Isla Negra. El lugar donde había vivido y escrito Montaigne estaba muy presente en su obra y en sus ideas. Ésta identificación de casa, habitante, vida y obra me interesa mucho para tratar de hacer arquitectura.
Pablo Neruda (1904-1973) hizo construir la casa de Isla Negra junto
al mar como uno más de sus actos poéticos. Michel de Montaigne (1533-1592) eligió
vivir y escribir desde la torre del castillo familiar, aislándose de los
ruidos de la vida pública y doméstica. Las tres estancias principales del castillo de Montaigne se superponen
verticalmente: La bilblioteca en la planta superior, la capilla en la
planta baja, y entre medio, el dormitorio. La bóveda de la capilla
está decorada con estrellas. Dirá Montaigne: Duermo sobre los
cielos.
La casa de Isla Negra se desparrama sobre la arena de la costa
pacífica como un barco varado, igual que los objetos traídos de Chile y de otros rincones del mundo, llenos de valor poético, a los que
Neruda dedica lineas y versos. El interior se recorre entre colecciones de
mascarones de proa, caracolas y botellas. Las
maderas del suelo crujen al pisar y el viento silba al exterior, según las instrucciones que dió Neruda durante la construcción.
Montaigne deambulaba por la planta circular de la biblioteca de la
torre. Llenó las vigas del techo de inscripciones con citas propias y de los autores clásicos griegos y latinos por los que sentía una gran admiración. Están orientadas de tal manera que las podía leer según caminaba, y al mismo tiempo dictar sus ensayos, en los que plasmó una visión del mundo radicalmente humana, honesta y moderna.
Neruda hizo grabar en las vigas de la sala los nombres de sus amigos
muertos. Los escribía él mismo con tiza y el maestro iba detrás grabándolos en la madera. Lo que en Montaigne es la razón de un humanista, en Isla Negra es la emoción del poeta. No los escribí en la techumbre por grandiosos sino por
compañeros.... Por qué se fueron tan pronto? Sus nombres no
resbalarán de las vigas. Cada uno de ellos fue una victoria. Juntos
fueron para mi toda la luz. Ahora, una pequeña antología de mis
dolores. (1)
Fotografía: Sergio Larraín (1)
La torre de Montaigne le da la visión y protección que necesita
para escribir en libertad en tiempos de guerras religiosas. Jamás cierra la entrada del castillo a nadie, ni deja de escribir lo que piensa a pesar de lo heterodoxo de su pensamiento. Habla de amistad, política, ética, religión, dogmas y creencias con un pensamiento sincero y lejano a cualquier convención de la época. Cree que la razón es protección suficiente, y que, en cualquier caso, nada puede detener al destino. Isla Negra, por su lado,
es la materialización de la vida poética y emocional de Neruda. El lugar donde sentir el salitre, el amor y ser enterrado. Arquitectura y humanidad se ven ligados por aspectos sutiles que no entienden de estilos ni de formas.
La arquitectura debe abrirnos menos la boca y más el corazón (3). En el fondo, creo que lo verdaderamente importante es la felicidad de los que la habitan, y en eso deberíamos centrarnos. Un funcionalismo también entendido a la manera de Alvar Aalto, quien en La Humanización de la Arquitectura explica las mejoras para los enfermos que introdujo en el Sanatorio de Paimio desde la proximidad con los problemas concretos del ser humano.
La arquitectura debe abrirnos menos la boca y más el corazón (3). En el fondo, creo que lo verdaderamente importante es la felicidad de los que la habitan, y en eso deberíamos centrarnos. Un funcionalismo también entendido a la manera de Alvar Aalto, quien en La Humanización de la Arquitectura explica las mejoras para los enfermos que introdujo en el Sanatorio de Paimio desde la proximidad con los problemas concretos del ser humano.
(1) Pablo Neruda. Fotografías Sergio Larraín: Una Casa en la Arena. Lumen, Barcelona, 1984
(2) Michel de Montaigne: Ensayos. Cátedra, Madrid, 2012
(3) Aforismo de alguien que no recuerdo.